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Javier

No podía anticipar en qué momento mi cabeza me iría a doler. No obstante, con cada recaída −y por extraño que parezca− aquel dolor era mi salvavidas: me impedía seguir nadando contracorriente y me traía a casa. 

 

Por largo tiempo consideré inoportuno el dolor de cabeza. Aparecía de improvisto, como una visita inesperada que no quieres recibir. Le ponía mala cara, pero no le importaba. Entraba en mi vida sin pedir permiso, como si tuviera las llaves de las aldabas de mi cabeza. Sin importar el pretexto o la disculpa que le diera, no podía cerrarle la puerta.

Javier Jara em um nascer do sol | RecuperaTuPoderAhora

Una relación así no daba la sensación de tener un buen futuro. Mi profecía se convertía en realidad con cada paso que daba. No hubo límites y todo valía. Salían los gritos, la ira, el llanto, los golpes, mas no lo tocaba, no le hacía ni un rasguño. Yo estaba listo en el cuadrilátero mientras que el dolor, que nunca daba la cara de frente, se escondía dentro de mí, y cuando intentaba atacarlo solo conseguía empeorar mi propia situación. 

 

Al verme atado de manos me decidí por la tregua. 

 

Empecé por la comida. En otras palabras, traté de limar asperezas desde la alimentación. Creí que si sentía el dolor en el cuerpo, entonces podría apaciguarlo con alimentos más sanos, y por ende hacer que los dolores cedieran. 

 

Ya sabes cómo terminó esto. No hubo tregua, la comida orgánica y vegana no lo sedujo ni un milímetro. 

 

El segundo intento fue mental. Intenté dejar de llevar emociones antiguas hacia nuevas experiencias. Sin embargo, terminaba por lo general sobrepasado, abatido y desconsolado por la cantidad de pensamientos e interpretaciones de las situaciones en mi vida, para culminar casi siempre sentado junto al dolor de cabeza.

 

Sin soluciones ni expectativas fui por el camino alternativo de sanación. No había nada que perder, excepto, tal vez, el dolor de cabeza. 

 

Entendía que era posible regresar a ver mi vida de otra manera, pero no sabía cómo. Yo tenía una mirada terca, dura e inflexible. De hecho, no cedía, me excedía y no paraba. Como no paraba, venía el dolor de cabeza al rescate cuando mis pensamientos me hacían daño. Él los paraba con la intensidad y duración necesaria para desconectarme de ellos y descansar. 

 

Pasaba igual cuando me alimentaba continuamente con comida chatarra. El dolor de cabeza se erguía firme y no permitía que me siguiera intoxicando con frituras, dulces, comidas procesadas y carbohidratos −que no hacían más que inflamar y fatigar mi cuerpo− impulsándome a la vez hacia una alimentación sana. 

 

Incluso cuando me aferraba al pasado, a lealtades y a contratos familiares vencidos, el dolor de cabeza me ayudaba a soltar el control y a caer rendido ante lo que nunca fue mío. 

 

Con el tiempo, me percaté de que el dolor de cabeza apuntaba hacia una visión más amplia. Una visión donde la responsabilidad y la diversión se unen, donde el disfrute y el avance son posibles. Una visión cuya armonía y equipo familiar es real; donde el amor está presente y florece. 

Pintura em aquarela de quem foi Alina Jara | RecuperaTuPoderAhora

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Erika Reyes tocando tambor xamânico em um nascimento ao sol | RecuperaTuPoderAhora

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